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Radio cultural y estatal
Renta de estaciones también en la radio del Estado

Publicado en periódico Zócalo, febrero 2003

Dolores Béistegui

Dolores Béistegui. Fotografía de Milenio Semanal, diciembre 9 2002

Por Gabriel Sosa Plata

El ceder la operación de una emisora a cambio de una cantidad de dinero mensual o el rentar los tiempos de programación para que una empresa los explote a su conveniencia, sin renunciar por supuesto a los derechos de una concesión, es una práctica frecuente en la radio mexicana. Cientos de radiodifusoras del país operan bajo ese esquema, lo que permite a sus concesionarios originales vivir de la radio sin hacer prácticamente nada.

Debido a que en México, la información relativa a la propiedad de las empresas o personas concesionarias para la operación de estaciones de radio es considerada casi como un secreto de Estado, no podemos precisar cuántas de las emisoras funcionan bajo los esquemas descritos, pero basta darle una hojeada a los directorios de las radiodifusoras que funcionan en el país y a los listados de los grupos radiofónicos, para advertir que se trata de un hecho frecuente.

Baste un ejemplo. Grupo Radio Centro, opera 14 estaciones, pero de éstas 12 son de la familia Aguirre y las dos restantes pertenecen a otros concesionarios. Tal es el caso de la XHFO-FM, hoy Universal Stéreo, cuya empresaria concesionaria es propiedad del presidente de Grupo Siete Comunicación y diputado del PRI, Francisco Javier Sánchez Campuzano. La otra estación es la XEN-AM, hoy La 69, la cual primero fue operada y después adquirida por la compañía a la empresa Radio Sistema Mexicano, que entonces presidía la periodista Tere Vale. La Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) aún no autoriza la venta de esta última estación, por lo que aún aparece en la página en Internet del grupo radiofónico como una emisora que opera bajo su administración.

La cesión de los derechos para la explotación de estaciones de radio, sin desprenderse de ellas, es evidentemente una situación que desvirtúa los principios fundamentales por las que se otorga una concesión, en este caso una frecuencia, que finalmente pertenece al Estado. En teoría, una persona física o una empresa participa en concurso para obtener la concesión de una frecuencia, a la que convoca el gobierno federal. Y es, también en teoría, que el Estado a través de la SCT, y con el visto bueno de la Secretaría de Gobernación, otorga la concesión al que presentó el mejor proyecto de programación y de servicio social a la comunidad a la que se pretende servir, de infraestructura y de desarrollo de la radiodifusora.

Sin embargo, después de un tiempo la persona o empresa ganadora decide rentar los tiempos de su programación o ceder la operación de su estación al mejor postor (cualquiera de los grupos radiofónicos que existen ahora) a cambio de una iguala mensual o de un porcentaje de ventas de publicidad. Los nuevos operadores o arrendatarios no invierten en programas locales y deciden de la noche a la mañana transmitir la programación de una estación de la Ciudad de México y comercializarla a nivel nacional y regional. ¿Dónde quedaron entonces los argumentos por los que se otorgó precisamente a una persona o empresa determinada la concesión?

Vivir, y holgadamente, de la radio, sin hacer casi ningún esfuerzo, es privilegio de varias decenas de familias mexicanas y, si se comprueba algún día la hipótesis de Fátima Fernández que plantea en su libro "La radio mexicana, centro y regiones" (Ed. Juan Pablos, 1997), de un grupo de ex funcionarios del gobierno, beneficiados por el sistema de prebendas y reconocimientos por su lealtad al sistema político mexicano, en la era del PRI y del presidencialismo. Baste acudir a una de las convenciones que año con año realiza la Cámara Nacional de la Industria de radio y Televisión (CIRT) para conocer a algunos de sus principales protagonistas.

Por eso puede tener razón la CIRT cuando asegura que en México hay más de 500 concesionarios y no, como se ha planteado en diversos foros, una decena oligopolios que son propietarios de toda la industria radiofónica. Pero lo que no se dice es que muchos de estos concesionarios dejan prácticamente el manejo de sus estaciones de radio a ese puñado de grupos radiofónicos, con lo que la sana competencia, la función social, la radio local, quedan en entredicho, y se fomentan, en la práctica, los oligopolios.

¿TAMBIÉN EN EL IMER?

Estas distorsiones de la radio comercial, cuestionables en todos los sentidos, ahora se reproducen en las emisoras administradas por el gobierno y que, en teoría volvemos a los "asegunes"- son propiedad del Estado y en consecuencia de todos nosotros. La renta de los tiempos de programación de la estación XEDTL-AM, ex Radio 660 La Candela, a la Agencia Detrás de la Noticia, del periodista Ricardo Rocha, equipara a quienes dirigen el Instituto Mexicano de la Radio (IMER) con esos concesionarios, que viven de la radio... sin grandes esfuerzos.

Se renta la estación al primer postor, sin tomar en cuenta otras opciones que probablemente hubieran sido mucho más benéficas para la institución. ¿Por qué a la empresa de Ricardo Rocha? ¿por qué no se buscaron otras alternativas de programación propia ante la decisión, supongo avalada por el secretario de Gobernación, de obtener recursos a como dé lugar rentando la estación, aunque ese no sea el propósito de la radio del estado? Si el único camino que quedaba -planteamiento en el que no se puede creer- era rentar los tiempos ¿no debió someterse a un concurso esa operación, tal como se hace con las convocatorias que hace el gobierno federal en todas sus dependencias y organismos descentralizados en todas sus licitaciones, para hacer más transparente el proceso?

En efecto, quizás no haya nada de ilegal en la operación, tal como lo reiterado en diferentes ocasiones la directora general del IMER, Dolores Béistegui. Pero este hecho, similar a lo que hacen los concesionarios de estaciones comerciales, pone en entredicho el sistema de concesiones existente en México, reafirma los privilegios hacia determinadas empresas o personas, no toma en cuenta la opinión de los radioescuchas y para colmo fomenta esa cómoda actitud de hacer que otros hagan la chamba de uno... como en los tiempos del viejo sistema priísta.

D.R.